Cortázar y los libros

Tal y como menciona el prólogo, escrito por el amigo del autor, Javier Gomá, el libro corresponde a un paseo descriptivo y sucinto por algunas de las anotaciones en los más de cuatro mil libros que conformaron la biblioteca personal del escritor Julio Cortázar, que permanecieron en su apartamento de la calle Martel en París hasta su muerte, tras la cual fueron donados por su esposa Aurora Bernárdez a la Fundación Juan March, en Madrid.

[5]​ El libro está precedido por un prólogo escrito por Javier Gomá, al que luego le suceden siete secciones o capítulos, algunos de los cuales se subdividen a su vez en subsecciones.

Evitando entrevistarse con quienes lo conocieron, opta por bucear por las numerosas anotaciones de sus libros, hallando sus descubrimientos por obra del azar.

En una subsección titulada «Tapicerías infinitas», Marchamalo profundiza en algunas dedicatorias y anotaciones en los libros de Lezama Lima.

[8]​ Sobre algunos libros que a juzgar por sus dedicatorias, pertenecieron a otros escritores, como Vargas Llosa, Alejandra Pizarnik o García Márquez; otros en cuyo interior hay distintos tipos de recuerdos —papeles, recortes, fotografías, billetes, flores secas— y una versión del poema de Borges In memoriam A.R., publicado con algunas variaciones en el libro El hacedor.

Pese a sus diferencias políticas insalvables, Borges y Cortázar siempre se profesaron una mutua admiración.

La biblioteca incluye obras de varios de los autores considerados imprescindibles del siglo XX, tales como Fitzgerald, Forster, Faulkner, Salinger, Hemingway, Carroll, Nabokov, Yourcenar, Musil, Calvino, Dostoyevski, Macedonio Fernández, Cernuda, Salinas —con muchas anotaciones entusiastas—, Lorca, Neruda, entre varios otros; aunque también posee notorias ausencias, como Camus, Duras, Beauvoir, Maupassant, Tolstói, Turguéniev, Delibes, Matute, Cela, Aldecoa, Umbral, Uslar Pietri o Puig.

Placa conmemorativa en la calle Martel de París