Corsarios dunkerqueses

Se conocen como corsarios dunkerqueses o corsarios de Dunkerque ((del francés: Corsaires dunkerquoises); en neerlandés: Duinkerker kapers) a los corsarios que ejercieron, desde el siglo XVI hasta inicios del XVIII, algún tipo corso desde el puerto de Dunkerque, en aguas del canal de la Mancha.

Dunkerque, situada en lo más estrecho del mar del Norte y punto de paso obligado de los ricos navíos ingleses u holandeses, estaba destinada al corso por su geografía.

Es una trampa natural: no se puede entrar más que por rutas muy precisas (indicadas hoy día por balizas), ya que los barcos se enfrentan a formidables bancos de arena fósiles, endurecidos por el tiempo, capaces de destripar un navío.

Cuando es posible, es menos arriesgado (y no más inmoral, si no menos) atraer un barco a una trampa que tomarlo al abordaje; y por su configuración, Dunkerque es una trampa.

Este período dio lugar a una separación en la población neerlandófona: los protestantes del norte crean las Provincias Unidas, de donde surgirán los Países Bajos modernos; y por el contrario, en el sur del país, la Flandes católica — de la que formaba parte Dunkerque—, permaneció unida a España.

Puesto avanzado del mundo católico en contacto con tierras protestantes, trampa natural de barcos situado en las grandes rutas marítimas, Dunkerque atrajo siempre y constituyó un enclave militar disputado entre España, las Provincias Unidas, Inglaterra y Francia.

Entre ellos causaba estragos Jacob Collaert, un almirante flamenco al servicio de los españoles.

El estallido de la Fronda en Francia, permitió a los españoles recuperar la ciudad en 1652.

No se puede presentar Dunkerque bajo el dominio español sin hablar de sus hermanos enemigos, los marinos de las Provincias Unidas; enemigos por elecciones políticas y religiosas, y causantes de un peligro constante, también fueron los padres, y, a veces los enseñantes, ya que no se puede aprender el oficio mejor que en casa de marinos que navegaban en los mares del mundo.

Al mismo tiempo, puede ser muy grave tratar de piratas todos los écumeurs holandeses o zelandeses.

Sí podían, sin embargo, tener un cierto efecto protector (sin automatismos) en caso de ser capturados por cualquier otro país, ya que el desmantelamiento del imperio colonial español en las Américas era buscado por todas las potencias europeas, que tendían a unirse contra España en esta región geográfica, y que entrañaba una tendencia a reconocer de facto a las Provincias Unidas como actor independiente.

Fue este fue el período que va a dar su carta de naturaleza al corso en Dunkerque.

Estos respondieron al declarar en 1587 que los câpres dunkerqueses serían entonces tratados como piratas.

Pero esta orden, especialmente severa, se volvió muy impopular entre las tripulaciones holandesas, ya que muchos de sus hermanos o padres también servían en los buques dunkerqueses.

Los corsarios cooperaron estrechamente con la marina regular española y participaron en la batalla naval de los Downs (o Dunas).

Enviaban navíos a España y al Mediterráneo, en estrecha colaboración con la Armada Española, como en la batalla naval de las Dunas.

Por el contrario, los corsarios dunkerqueses estuvieron menos presentes que otros entre los filibusteros de las Antillas, por razones diferentes según la época: antes de 1658, y puesto que Dunkerque pertenecía a España y la actividad corsaria en las islas fue principalmente anti-española, no tenían nada que hacer allí.

Si algunos dunkerqueses siguieron el camino de las islas, fueron pocos y puede ser en momentos en que se embarcaban para "la Holanda" discretamente.

Esa misma tarde, Luis XIV entrega la ciudad a Oliver Cromwell, provisionalmente su aliado.

Desde ese momento, en que ya no son españoles, los corsarios de Dunkerque navegaron para las Provincias Unidas cuando pudieron.

Las Provincias Unidas estaban próximas a Flandes por comunidad lingüística y lazos familiares.

En el momento en que Dunkerque era española, la respuesta era, sin lugar a dudas, sí.

Para las autoridades francesas al contrario, la patente de corso no lo era todo.

El estatismo francés de Luis XIV no tenía ninguna simpatía espontánea por los corsarios, y al principio, les alentó poco, patente de corso o nada.

En 1695, Sébastien Le Prestre de Vauban tomó parte con su famoso Mémoire concernant la caprerie [Memorando relativo a la caprerie] y convenció al rey para que promoviera el corso.

Algunos corsarios dunkerqueses pertenecen a este período francés, como Jean Bart , Cornil Saus Baeteman Nicolas, Pierre-Edouard Plucket.

Al inicio del siglo XX, todavía, se admite que, de un centenar de marineros que parten para la pesca en Islandia, cinco o seis no regresan.

Estatua de Jean Bart en Dunkerque , el corsario más reconocido en su época.
Avant la Bataille des Downs [Antes de la batalla de las Dunas (1639)], de Reinier Nooms