La constitución se aprobó en una asamblea presidida por el político federalista Juan Sayol que tuvo lugar en dicha localidad riojana.
Finalmente, aunque fue aceptada y aprobada por los políticos riojanos de la época, no se pudo poner en práctica y quedó en mero papel al igual que ocurrió con los demás proyectos federalistas de aquel tiempo.
[1][2] Durante el siglo XIX hubo una corriente federalista en España impulsada por el político Pi y Margall que llegó a La Rioja posiblemente a través de la vía ferroviaria Barcelona-Bilbao.
Se proponían 10 puntos en los que debe descansar la autonomía, como constituirse con un órgano representativo político superior, el fomento de la cultura, la literatura y el arte riojano, la autonomía universitaria y otros.
Igualmente este partido contemplaba la posibilidad de realizar uniones políticas transitorias con las provincias vasco-navarras por motivos etnográficos.
No obstante, exceptuando algunas voces como la de Diego Ochagavía que reivindicaban su integración en una federeción vasco-navarra-riojana, no hubo nadie en la región que demandara su unión a ningún otro marco territorial, solo una Rioja en solitario, lo cual es muy significativo.
El mencionado periódico realizó una serie de encuestas a personalidades ilustres, e intelectuales riojanos sobre si la región poseía una personalidad propia y diferente a la de los vascos, aragoneses o castellanos, cuyos resultados fue publicando.
Todas estas posibilidades planteadas por los políticos suscitaron un enorme rechazo en la sociedad riojana y el discurso identitario riojano se iba a centrar en las muchas cosas que diferencian a los riojanos de los castellanos y de los vascos, ya que eran las posibilidades más reales de integración.
Castilla se veía como un estatus que había sido muy perjudicial para La Rioja y se dijo que el territorio riojano había sido castellano por conquista (La Rioja y el País Vasco fueron territorios conquistados por la monarquía castellana cuando formaban parte del Reino de Navarra) o que se había dado un imperialismo castellano.
Del País Vasco se veía sobre todo el nacionalismo y ETA como los principales inconvenientes.