Consagración (eucaristía)

El término consagración, en sentido que se debe hacer obligatoriamente, es la acción por la cual un sacerdote que celebra el Santo sacrificio de la Misa, convierte las especies del Pan y el Vino en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo.Esta última es la que los griegos llaman la invocación del Espíritu Santo; algunos la creen esencial para la consagración.Para justificar a los griegos, el P. Lebrun, después del abate Renaudol, había compuesto una obra para probar que la consagración se hace, no solo por medio de las palabras de Jesucristo, sino además por la invocación.Joseph Bingham, teólogo anglicano, había sido de la misma opinión.Un tercer teólogo formó, en una disertación impresa en Troyes en 1773, el resumen de la disputa y concluyó por adoptar la opinión del P. Bougeant.Pero en el concilio de Florencia, en 1439, fue intensa la disputa sobre este punto entre los griegos y los latinos.Por tanto, se debe entender esta segunda invocación en el mismo sentido que las oraciones, por cuyo medio el obispo pide la gracia del sacramento de la confirmación para los que acaba de confirmar y como se entienden los exorcismos del bautismo respecto a un niño que acaba de ser bautizado sin ceremonias.No se ve la ventaja que Bingham u otros protestantes pueden sacar de la disputa que tuvo lugar entre algunos teólogos católicos y los griegos respecto a las palabras de la consagración.Poco importa saber si esta conversión se obra en virtud de estas solas palabras: hoc est corpus meum; hic est sanguis meus, o por la invocación que sigue a estas palabras o bien por una y otra cosa indistintamente.Esto se ve reflejado por ejemplo en la liturgia anglicana impresa en Londres en 1606, página 208, la invocación que precede a las palabras de Jesucristo, se limita a pedir a Dios que recibiendo el pan y el vino podamos ser hechos participantes de su cuerpo y de su sangre preciosos.No se puede probar que antes de Santo Tomás hubiera existido una opinión diferente en la Iglesia latina.1 , n. 66, compara las palabras eucarísticas a aquellas por las que el Verbo de Dios se hizo carne.Esto solo significa, dice Bingham, que Jesucristo al pronunciar una vez estas palabras, dio a los hombres el poder de hacer su cuerpo simbólico, es decir, la figura de su cuerpo.Según S. Juan Crisóstomo, el mismo Jesucristo es quien, en virtud de la palabra pronunciada por el sacerdote, transforma los dones ofrecidos, produce su cuerpo y su sangre.En la misa romana después de la consagración, el sacerdote dice a Dios: Bingham arguye aún acerca de esta súplica Los católicos defienden por el contrario que esta oración supone la transubstanciación, puesto que nombra los dones eucarísticos el tanto y sagrado cuerpo y la sangre del Hijo de Dios, a cuyos dones llama una hostia pura y sin mancha, un santo sacrificio; expresiones condenadas y desechadas por los protestantes.
Ostensión del cáliz tras la consagración