Conjuración de los Mantuanos

La prohibición del comercio con los países neutrales (en la práctica, los Estados Unidos) agravaba la situación.

Mientras tanto, en La Guaira, la fragata inglesa, más poderosa, apresó al bergantín francés.

El Cabildo y los mantuanos deseaban la formación de una Junta similar a las de España y una mayor liberalización del comercio exterior, a lo cual se negó el capitán general.

En plena calle, Matos habló que era necesario “Ahorcar a todos los jefes y matar a los españoles”, y dijo: “Amigos, ha llegado el momento de que los americanos gocemos de nuestra libertad”.

Pero Casas pospuso su decisión pues temía que con la Junta el poder político-militar escaparía de sus manos.

Por esa misma época, en septiembre y octubre de 1808, estuvo en Caracas el anglocanadiense John Robertson, secretario del gobernador de Curazao (ocupada entonces por los ingleses) en misión a la vez oficiosamente diplomática y comercial.

Su presencia alentó las aspiraciones de los hacendados y comerciantes a una mayor libertad comercial.

Sin embargo, en aquellos momentos los más influyentes mantuanos de la generación más vieja liderados por el Marqués del Toro no aspiraban, al parecer, a la plena independencia, sino a una autonomía que a través de la Junta les permitiera dirigir la política venezolana dentro del imperio, y mantenerse libres del dominio francés si España sucumbía.

Por su parte, los mantuanos más jóvenes, los que se reunían en la Cuadra Bolívar, parecían estar en gran parte inclinados a la independencia, y tal era el caso también de agitadores populares como Matos Monserrate, aunque éste, igual que los demás, se declarase públicamente partidario de Fernando VII.

Todos quedaron finalmente en libertad incluyendo a Matos Monserrate y otros conjurados encarcelados en La Guaira.