Condados catalanes es la denominación historiográfica[1] que designa a los condados que aparecen en el noreste de la península ibérica a partir de la Marca Hispánica del Imperio carolingio (siglo IX).El hecho de que los condados catalanes se hubieran unido a Aragón por matrimonio, da a entender claramente que no hubo ninguna conquista de carácter militar.Así pues, para organizar los territorios ganados al Pirineo, los francos crearon unos condados como primera línea de defensa ante el expansivo islam, repoblados con sus gentes y con gobernadores o condes nombrados por ellos mismos cada vez que fallecía el anterior, siendo de imaginar que aprovechando las ciudades amuralladas que aún permanecían en pie con su alfoz o área dependiente.En toda esta zona, entre el Pirineo y el Llobregat, empezaron a instalarse aquellos hispani a quienes la campaña de represión de Abderramán I, dirigida contra quienes habían colaborado con Carlomagno en su fallida empresa sobre Zaragoza, había hecho huir a tierras francas, en especial la Septimania.Durante prácticamente toda la primera mitad del siglo IX, puede rastrearse un enfrentamiento entre ambas tendencias que, paradójicamente, irá concluyendo en una decidida influencia franca en el campo espiritual, cultural e institucional, mientras se impone, de modo muy paulatino, una individualización e independencia políticas.El conjunto de todos ellos, tierras fronterizas del Imperio carolingio, se desdobla desde el año 817 en virtud del Acta constitucional del Imperio, en dos grandes bloques, integrado el primero por los condados continentales, que forman parte de la Marca Tolosana, y el segundo por los marítimos, incluidos en la marca Septimana.