A partir de esta fecha, la expansión aragonesa se dirigió hacia Valencia y las Islas Baleares.
A principios del siglo XIII, la herejía cátara se había afianzado en Occitania amenazando la doctrina de la Iglesia católica.
Sin embargo, Arnaldo Amalric, legado papal, y Simón IV de Montfort procuraban romper las negociaciones, exigiendo a Raimundo VI unas condiciones muy duras.
Montfort fue ocupando progresivamente las villas cercanas a Toulouse hasta que esta cayó en su poder.
Seguidamente, el rey envió su ejército hacia Muret, mientras Simón de Montfort se hallaba en Saverdun.
Según distintas hipótesis, alejado o cercano a las embarcaciones amarradas que habían llegado desde Tolosa llenas de provisiones,[7] y contaban con unos 2000 caballeros (la caballería pesada de la época), la mitad aragoneses y la otra mitad occitanos; a este número podrían sumarse como máximo otros 2000 jinetes más ligeramente armados.
[1] El ejército al mando del rey de Aragón estaba dividido en dos o tres haces o filas, según distintas hipótesis: la vanguardia estaba dirigida por Raimundo Roger de Foix; el haz central o medianera estaba al mando del propio monarca, Pedro II, en tanto que la tercera línea o zaga (que según otras teorías podría estar integrada en la primera) la comandaban Raimundo VI de Tolosa y Bernardo IV de Cominges.
En todo caso, existen al menos siete hipótesis diferentes sobre el desarrollo de la batalla.
[31] Ante esta situación, se envió una embajada del reino a Roma para pedir la intervención de Inocencio III.
Antes de llegar a Monzón, se detuvieron en Lérida, donde las Cortes le juraron fidelidad.
En Occitania, durante todo el siglo XIII y principios del XIV, los cátaros sufrieron una dura persecución llevada a cabo por la Inquisición y dirigida por los monjes de la Orden de los Padres Predicadores, conocidos como dominicos.
Lérida, Puigcerdá, Prades o Morella se convirtieron en centros de cátaros occitanos.
En Morella vivió el último «perfecto» cátaro conocido, Guillaume Bélibaste, hasta ser capturado en la localidad próxima de San Mateo, para posteriormente ser interrogado por la Inquisición, trasladado y quemado en la hoguera en Villerouge-Termenès.
Para poder conocer los hechos que condujeron a la batalla y la batalla en sí misma, se dispone de diferentes fuentes contemporáneas que nos dan el punto de vista aragonés, occitano y francés, aunque todas ellas son tendenciosas:[13] el Llibre dels feits del rei en Jacme, el Llibre del rei en Pere d'Aragó e dels seus antecessors passats, la Cansó de la Crozada y la Hystoria Albigensis, siendo considerada esta última la fuente básica para el estudio de los hechos.
Muchos otros trovadores provenzales escribieron cansós y sirventés que dan cuenta de la situación vital del momento.
Pese a su sesgo ideológico, su autor, Pierre des Vaux-de-Cernay, se preocupó por narrar hechos veraces.
Los triunfadores son la Iglesia católica y los reyes de Francia, que guiados por Dios, llevaron finalmente la paz al Midi.
Es la visión común de esa época, tanto entre occitanos como entre franceses del norte, y una crónica valiosa que también influyó en la historiografía gala.
Su visión es la de un rey hispano y católico, Pedro II de Aragón, que tuvo que ir a defender los derechos feudales entre sus vasallos occitanos, pero no a proteger la herejía.
No solo influyó decisivamente en la Estoria de España de Alfonso X el Sabio, sino en toda la historiografía española posterior, incluida la Gesta Comitum Barcinonensium, el Llibre dels feits del rei en Jacme y el Llibre del rei en Pere d'Aragó e dels seus antecessors passats de Bernat Desclot.