En los seres humanos, el compartimento intracelular constituye el 40% del peso corporal en promedio entre 28 litros (7,4 galAm) y 42 litros (11 galAm) de líquido, y en circunstancias normales permanece en equilibrio osmótico.
Su fluido extracelular (ECF) contiene aproximadamente un tercio del agua corporal total.
En el cuerpo humano promedio masculino (70 kg), el espacio intersticial tiene aproximadamente 10,5 litros de líquido.
El principal fluido intravascular en los mamíferos es la sangre, una mezcla compleja con elementos de una suspensión (células sanguíneas), coloides (globulinas) y solutos (glucosa e iones).
El volumen del compartimento intravascular está regulado en parte por los gradientes de presión hidrostática y por la reabsorción por los riñones.
El tercer compartimento extracelular, el transcelular, consiste en aquellos espacios en el cuerpo donde el líquido normalmente no se acumula en grandes cantidades,[6][7] o donde cualquier colección importante de líquido no es funcional fisiológicamente.
Todos los fluidos mencionados anteriormente se producen mediante procesos celulares activos que funcionan con plasma sanguíneo como materia prima, y todos son más o menos similares al plasma sanguíneo, excepto por ciertas modificaciones adaptadas a su función.
Cuando el líquido sale del compartimiento intravascular (los vasos sanguíneos), la presión arterial puede caer a niveles peligrosamente bajos, poniendo en peligro órganos críticos como el cerebro, el corazón y los riñones; cuando se desplaza fuera de las células (el compartimento intracelular), los procesos celulares se ralentizan o cesan por deshidratación intracelular; cuando se acumula un exceso de líquido en el espacio intersticial, se desarrolla edema; y los cambios de líquido en las células del cerebro pueden causar un aumento de la presión craneal.
Las condiciones del tercer espaciamiento pueden incluir peritonitis, piometritis y derrames pleurales.