Los mayores éxitos estaban reservados para el alemán August von Kotzebue (Misantropía y arrepentimiento, 1789), que por aquellos años era el máximo triunfador en todos los coliseos europeos y que llegó a nuestras tablas ya a finales de siglo.
En la década de 1780 algunos dramaturgos españoles se aventuraron a escribir comedias originales siguiendo los modelos extranjeros; así por ejemplo, Luciano Francisco Comella con La Cecilia o El amor lo vence todo (1786), y su secuela Cecilia viuda (1787), o en piezas como La Jacoba (1789).
Son los autores hábiles en el manejo de los recursos narrativos habituales: historias desgraciadas, muchachas humildes asediadas por joven calavera, ricos venidos a menos, pobres de buen corazón, infidelidades conyugales, el amor filial, cierta «empalagosa ternura marital», y todo envuelto en una serie de tópicos (casualidades, reconocimientos…) que no son un inconveniente en sí mismos, aunque sí se criticó su empleo abusivo.
Hay conductas que merecen el aplauso y otras son motivos de censura.
Este tipo de dramas sobrevivió largo tiempo y convivió, como lectura o espectáculo, con las narraciones sentimentales destinadas a un lector burgués, en especial femenino.