Hasta el resurgir del interés hacia este periodo durante la década de 1980 (marcado por varios estudios académicos y exposiciones públicas), el clasicismo nórdico fue considerado como un mero interludio entre dos movimientos arquitectónicos mucho más conocidos, el estilo romántico nacionalista (a menudo considerado una forma de modernismo), y el funcionalismo o racionalismo, es decir, la arquitectura del Movimiento Moderno.[1] El año 1930 es considerado usualmente el final del clasicismo nórdico porque ese fue el año de la Exhibición de Estocolmo, diseñada principalmente por Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz, en la que se desveló un estilo moderno más purista como modelo para la nueva sociedad.[2] Algunos arquitectos habían alcanzado la cumbre de sus carreras ya cuando llegó el estilo romántico nacionalista, pero sus obras posteriores fueron en el estilo clasicista nórdico (por ejemplo, Carl Westman), la carrera de otros culminó con el clasicismo nórdico (por ejemplo, Ivar Tengbom y Ragnar Östberg), mientras que otros posteriormente lograron una relevancia mucho mayor como arquitectos modernos (por ejemplo, Arne Jacobsen, Alvar Aalto y Sven Markelius).Las dos figuras que lograron una mayor influencia en ambos periodos, sin embargo, fueron los arquitectos suecos Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz.[4] Además, con la excepción de Finlandia, los otros países nórdicos no participaron en la Primera Guerra Mundial, lo que permitió un desarrollo cultural continuo.Durante todo el siglo xix hubo varios factores que contribuyeron al desarrollo de un clasicismo más simplificado.La idea de que habría habido una continuidad entre la arquitectura vernacular y la moderna se considera contraria a la opinión histórica recibida sobre el auge del Movimiento Moderno, empezando con Le Corbusier y sus cinco puntos de la arquitectura moderna, que se considera que dan la vuelta a cinco principios básicos del clasicismo.