Ciencias útiles

Ciencias útiles o ciencias positivas son expresiones propias de la Ilustración y el positivismo para referirse a las ciencias que mejor se acomodaban con la idea de progreso dominante en los siglos XVIII y XIX: las matemáticas, la física, la química, la botánica, la mineralogía y, en general las ciencias naturales cuyo método se deriva de la revolución newtoniana, revolución científica del siglo XVII o "ciencia moderna".

La expresión era una manera de minusvalorar a las ciencias que no se consideraban útiles, y que coincidían con las que se enseñaban en las universidades de la época,[2]​ ancladas en el escolasticismo.

La nueva función del intelectual en la generación y divulgación del conocimiento enfocado a la transformación social y el dominio de la naturaleza, se convirtió en una verdadera revolución intelectual que precedió a la revolución política, y se expresó claramente en el proyecto de los enciclopedistas.

En la Ilustración española los intentos de reforma universitaria se encontraron con fuertes resistencias, y fueron las Sociedades Económicas de Amigos del País las que protagonizaron la difusión de las ideas favorables a las ciencias útiles.

[3]​ Ambos conceptos han quedado obsoletos con el desarrollo de la ciencia contemporánea (nuevos paradigmas evolucionistas, relativistas, etc.) En cambio, sí se suele dar, en asociación del término "ciencia" o similares, un uso específico del término "positivo" como opuesto a "normativo"[4]​ (es decir, cómo las cosas "son" en oposición a cómo "deberían ser") o equivalente a "descriptivo".

Fernando VII como protector de las ciencias, las artes y la técnica , friso de la entrada oeste del Museo del Prado , del escultor Ramón Barba , 1829-1831. [ 1 ] ​ El edificio había sido planificado en el siglo anterior para alojar un "Gabinete de Ciencias", como parte del ambicioso proyecto del Salón del Prado ( Hospital de San Carlos , Observatorio del Buen Retiro , Jardín Botánico , Platerías Martínez ). Fernando VII , además de transformar el uso previsto del edificio para alojar las colecciones reales de pintura y escultura en un museo público, tomó algunas paradójicas decisiones educativas: cerró las universidades y abrió la escuela de tauromaquia.