Mazmorra (prisión)

Algunas celdas tenían cráneos o esqueletos encadenados de presos que habían muerto anteriormente de hambre o por torturas, lo cual hacía más horrible el aspecto de los calabozos, pues daban macabra compañía a los presos vivos y les daban a entender que ellos también iban a correr la misma suerte en castigo por los delitos por los cuales fueron llevados allí.

El calabozo ha pasado a la historia y al inconsciente colectivo como una serie interminable de galerías subterráneas apenas iluminadas por unas antorchas empotradas en la pared, los reos desnudos colgados de las muñecas con grilletes unidos a unas cadenas empotradas en el muro, y los verdugos con capucha en la cabeza y látigo en la mano utilizado para flagelar a los mismos; pero además de los latigazos empleaban también otros métodos de tortura: potro, cepo, palmeta, desgarramientos, mutilaciones, quemaduras, empalamiento, etc.

Las celdas en que los sarracenos encerraban a los cristianos cautivos eran subterráneas y se llamaban «mazmorras».

Los castillos y las fortalezas siempre tenían estos espacios para encerrar a los privados de libertad a fin de que muriesen de hambre y de frío, o les daban agua y alimentos para que permaneciesen en condiciones infrahumanas hasta que se cumpliera el castigo impuesto, se pagase un rescate o se solucionara el conflicto político o religioso que los había conducido a la cárcel.

Sin embargo, la palabra «calabozo» se aplica hoy a encierros que no están en subterráneos y que no son oscuros o con la connotación negativa con la cual se los describía antaño.

La palabra «calabozo» está teniendo un uso hasta lúdico en ciertos ambientes, por este motivo cuando se le da tal uso inexacto se le dice «parapresidial» (semejante a lo presidial o a lo de la prisión).

Interior del calabozo del Castillo de Montsonís ( España ).
Calabozos en la hacienda de Morelos
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