Llegó a Guatemala con diecisiete individuos de su familia, gastando en el viaje 64,240 pesos.
[2] Al llegar a la Nueva Guatemala de la Asunción encontró que los frailes que vivían en suntuosos conventos en la antigua ciudad de Guatemala ahora lo hacían ranchos de paja, mientras que las monjas y beatas seguían en la Antigua Guatemala y solamente existía el Cerrito del Carmen.
El seis de diciembre de 1782, Francos y Monroy informó al rey que había trasladado a la nueva ciudad la catedral, el colegio seminario, los conventos de religiosos y religiosas, beaterios y demás cuerpos sujetos a la Mitra; todos ellos habían sido trasladados a edificios formales o en construcción.
Ahora bien, para terminar estas obras había sido necesario que dejara la obra del palacio Arzobispal por un lado y él tuvo que vivir, hasta entonces, en casa de alquiler con mucha incomodidad y estrechez, careciendo de las principales oficinas y habitación para su familia.
Por otro lado, su relación con el clero regular, fue difícil pues éste lo denunciaba muchas veces por abusos de su autoridad, en particular el fraile José Antonio Goicoechea; sin embargo, no se negó a sostener a los mercedarios, los cuales se encontraban en un estado económico casi desesperado tras el terremoto.
[5] Donó cuarenta mil pesos para el funcionamiento de las dos escuelas que fundó.