El interior del edificio ha sido adaptado para alojar la colección de pinturas, esculturas, hierros y otros objetos legados por Santiago Rusiñol a la villa de Sitges.
En este espacio, donde se reunían con otros artistas, Clarasó trabajaba y Rusiñol pintaba al natural.
Las tiró abajo para construir su casa-taller que denominó Cau («nido») porque quería que fuera un refugio para los amantes de la poesía y Ferrat por la colección de hierros forjados.
[4] Los cuadros eran Las lágrimas de San Pedro y Magdalena Penitente.
Se exhiben diversas colecciones relacionadas con el artista y con el modernismo.
Estos tres aspectos lo convirtieron en un personaje poliédrico en el que se complementaba la mirada del artista, el intelectual, el excursionista científico, el periodista, el arqueólogo, el escritor y el coleccionista.
Además, es también una de las colecciones que más interés despierta entre los visitantes.
Por un lado, porque reúne aquellas obras de Rusiñol que el artista quería conservar toda la vida y por las que sentía una cariño especial (algunas ni siquiera fueron expuestas en vida del autor).
Sus cuadros y sus libros han merecido la atención y análisis de muchos estudiosos que han dedicado muchas páginas a glosar el artista o el intelectual y que, en cambio, han mencionado de pasada -casi como si se tratara de un divertimento– su gran pasión por coleccionar antigüedades y, principalmente, objetos de forja.
El visitante que entra por primera vez en el Cau Ferrat queda sorprendido ante la extraordinaria cantidad de piezas que aloja el museo y el horror vacui que preside todo el edificio, motivo por el cual muchas de ellas son vistas de re filón o incluso ignoradas.
La cerámica catalana supone casi la cuarta parte de la colección, aunque están representados también los principales centros de producción cerámica del País Valenciano, Aragón, Castilla, Andalucía y Murcia.
El conjunto se completa con unas cuantas piezas procedentes de Mallorca, Italia y Francia.