Tras haberse derribado se encargó al arquitecto italiano Adamo Boari, constructor oficial del general don Porfirio Díaz, presidente de México, la construcción del nuevo templo.
A mitad del siglo XX se terminó la primera fase de su construcción al finalizarse el altar, la nave sur y los laterales.
Así comenzó esta obra que no tardó en ser suspendida por causa de la Revolución.
No fue sino hasta la época del obispo Tritschler, en los años 1930, que se retomó el interés por reanudar las obras, determinando la utilización de piedra artificial, ya que consideró que si se hubiera esperado a llevar piedra natural a Matehuala, como muchos sugerían, el templo no se hubiera continuado, otro problema con el que se enfrentó el prelado fue que los planos del proyecto se encontraban perdidos o quizá destruidos, pero el obispo recurrió a sus amigos arquitectos cuando era profesor en el Seminario Conciliar de México, y estos reconocieron los planos como existentes en la Academia de San Carlos y en Lyon de Francia, en un proyecto muy similar al de Matehuala.
Con estos elementos el obispo encargó al arquitecto Jorge de María y Campos la continuación de las columnas dobles, los arcos y cúpulas del templo.