Más adelante, con la introducción del carnaval europeo en Tlaxcala, los indígenas nahuas vieron en tal celebración un medio a través del cual podían realizar sus rituales sin ninguna represión eclesiástica (dado que durante el carnaval se permite a los hombres realizar actividades que en la vida social ordinaria son normadas o prohibidas).
Fue durante este período histórico que la deidad mesoamericana (Matlalcueyetl) y la católica (Niño Dios) terminaron por sincretizarse.
Estos relatos forman parte de la Biblia y fue durante la Colonia en donde se arraigó esta creencia.
[1][3] A finales del siglo XIX Papalotla experimentó un crecimiento económico en su zona sur conocida como Panzacola.
Para principios del siglo XX ya estaban instaladas más de diez fábricas textiles.
Las masas no percibían esto bien y comenzó la costumbre de arrojar huevos a las autoridades municipales durante el remate.
Con estos bloqueos los grilleros formaron los primeros talleres de costura autónomos que más tarde llevaría al crecimiento del sector costurero principalmente en Mazatecochco, Ayometla y Quiletla.
Durante la danza los bazarios y la nana llevan entre sus brazos a un muñeco en representación del Niño Dios.
Durante esta danza se retira al cuadro de bazarios y doncellas para quedar únicamente los charros, después, en parejas y utilizando sus cuartas (látigo) se proceden a tronarlas debajo o en las pantorrillas de su acompañante.
Esto se valida debido a la ancestral tradición del Atltepeihuitl realizada también en Papalotla con un fuerte simbolismo sobre la lluvia, Tláloc y Matlacuéyet.
[1] Asimismo también existe la leyenda del que Matlalcueyetl (representación del Volcán La Malinche) se solía convertir en una culebra o víbora de agua, esto posiblemente interpretado por los fenómenos meteorológicos que ocurren en el volcán durante la época de precipitaciones.
Las actividades que deberían terminar al iniciar el Miércoles de Ceniza pueden continuar hasta la madrugada.
[15] Debido a las dificultades económicas atravesadas en México durante las décadas de los ochenta y noventa, muchas personas (especialmente hombres) emigraron de Papalotla y otras localidades con dirección a Estados Unidos en la conocida como la diáspora mexicana.