Declarado como “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” (Unesco) el año 2001.
La historia de este Carnaval se remonta a la época precolombina, cuando el pueblo indígena Uru realizaba importantes ceremonias en Oruro, ciudad que fue refundada posteriormente por los españoles, pero siguió siendo un lugar sagrado para el pueblo indígena, quienes continuaron celebrando varias ceremonias en ese lugar.
[3] Desde épocas remotas Jururu (Uru Uru), hoy Oruro fue un centro de peregrinación religiosa del mundo andino, hacia la sagrada serranía de los Urus, que contaba con deidades protectoras llamadas Wakas, apus y achachilas, estas deidades eran Jampatukollo (cerro Sapo), Argentillo Arankani (cerro lagarto), la víbora (Quwak), el cóndor y Wakallusta (Resbaladero de Ídolos) entre otros.
Tras la conquista del Imperio Incaico, estos trataron de introducir su religión mediante la conversión de Wari a un semidiós malvado y a las wakas o Apus sagradas en plagas, petrificadas por la Ñusta Incaica.
[cita requerida] Los españoles a partir de la conquista y coloniaje durante el Virreinato del Perú, produjeron un singular sincretismo religioso de transculturización con Huari (Wari), sintetizado en el tío que quedó como el diablo universal y junto a la pachamama, la ñusta que se convirtió en la virgen del socavón.
El hecho fue generando sus propios mecanismos sociales de salvaguarda que se iniciaron en 1789 durante el Virreinato del Perú cuando la iglesia católica entroniza oficialmente la imagen de la virgen candelaria que es venerada dentro la festividad del Carnaval, por eso la fecha movible.
En 1818 el párroco de Oruro, Ladislao Montealegre, escribió la obra Narrativa de los siete pecados capitales, para la cual, según Harris y Fortún, se habría presentado elementos del Ball de diables catalán como ser la diablesa, que en la diablada es denominada China Supay y en donde el diablo lidera a los siete pecados capitales en batalla en contra de las virtudes opuestas y un ángel.
[6] En 1559, solicitados por el encomendero de Paria Paria, Lorenzo de Aldana, los frailes Agustinos vinieron desde España al Virreinato del Perú y se dedicaron a la evangelización del Altiplano.
Sus primeras llegadas son en Challacollo, Paria, Toledo y Capinota en este año.
Durante el virreinato rebelión de Túpac Amaru II, Oruro experimentó una breve pero sangrienta revolución.
Para el 19 de febrero la gente en la ciudad a pesar del conflicto continuó celebrando y durante carnaval, los mercados de la ciudad estaban llenos de ladrones vendiendo el oro y la plata saqueados nuevamente a sus dueños o a los cholos y mestizos.
Según las creencias de los revolucionarios, la Virgen del Socavón habría tolerado a las deidades indígenas o "demonios" y, según Harris, si la leyenda es correcta, para 1790 los mineros de Oruro habrían movido la celebración de la Candelaria para carnaval y habrían añadido a los dioses indígenas, enmascarados como diablos cristianos, a las festividades.
[6] El Periodo más complejo donde surge la tolerancia entre la fe, las religiones y la creatividad.
En la actualidad, las más importantes celebraciones se centran en el Santuario del Socavón.
La devoción de los bailarines es tan grande por la virgen del Socavón o (mamita Candelaria) que llegan de diferentes regiones del país, y realizan un recorrido extenso, al llegar a la iglesia los bailarines hacen su ingreso al santuario de rodillas y con lágrimas en el rostro pidiendo un favor a la virgen del Socavón y en agradecimiento prometen bailar durante tres años consecutivos.