Nacido accidentalmente en Asturias, su familia vivió en Cuenca desde que él solo contaba con dos años de edad.
Estudió en Cuenca, en el Seminario de San Julián, y se ordenó sacerdote en 1956.
Asimismo, apoyó el reformismo del Concilio Vaticano II.
Sin embargo, su compromiso social tampoco hizo que fuera aceptado por los culturalistas "venecianos" o "novísimos" del 68; ese sesgo se aprecia claramente en Edipo el rey (1965) y Poemas junto a un pueblo (1977).
En sus últimos años Carlos de la Rica volvió a sus raíces vanguardistas en Poemas de amar y pasar (1982) y su Oficio de alquimista (1995), que se completó con ese gigantesco homenaje a la cultura clásica grecolatina y judeocristiana que fueron sus Juegos del Mediterráneo, publicado póstumo.