Además, Pedro Juan autorizó a sus sucesores y familiares a enterrarse en la capilla en tierra llana, convirtiendo la obra en un instrumento de afirmación del linaje y en un medio para lograr con mayores garantías la salvación de sus almas.
El edificio presenta planta cuadrada, orientación correcta y emplea sillería bien trabajada en los muros.
Estas nervaduras no tienen una función de transmisión de empujes como sucede en el gótico clásico, sino que actúan tan solo como refuerzo para contribuir a soportar unos empujes que descansan directamente sobre los muros.
En el tímpano se acomodan lo que parecen ser cabezas aladas de serafines sugiriendo un trilóbulo.
En todos ellos se efectúa un tratamiento muy ornamental del cabello que, en ocasiones, parece estar cubierto de plumas o realzado mediante diademas.
La situación del edificio, en pleno camposanto y próximo a la capilla mayor del antiguo templo románico, aseguraba ya ciertos beneficios religiosos, que fueron redondeados por el promotor con la fundación de una capellanía y la previsión de misas por sus almas.
Los sepulcros de la epístola se corresponden con otros dos arcos en el exterior del recinto.
Su carácter industrial provocaba una factura sumaria que se enmascaraba mediante la pintura que cubría toda la superficie de las piezas, pero la multiplicación de modelos similares reducía los costes y permitía la venta a menor precio.
En los Alas figura también una Incredulidad asuncionista, aunque la Virgen ya está coronada, y todas las piezas podrían datarse, según la periodización en cuatro grupos establecida por Gardner, en el grupo tercero que abarca de 1420 a 1460.
Durante la pasada Guerra Civil la capilla de los Alas sufrió graves destrozos y su retablo desapareció.
La conocemos gracias a las fotografías realizadas en 1918 y custodiadas por el Instituto Amatller de Arte Hispánico (Archivo Mas).