Su legado pasó a su hijo Richard, quien fue depuesto por el ejército en 1659, tras lo cual la monarquía fue restablecida y el rey Carlos II, quien vivía en el exilio, fue llamado de regreso.
Mientras estuvo clavada en un palo sobre el horizonte londinense, daba una advertencia potencial a los espectadores.
La cabeza ha sido admirada, denostada y desestimada como falsa a lo largo de los siglos.
Pruebas no concluyentes terminaron en un estudio científico detallado elaborado por Karl Pearson y Geoffrey Morant que concluyó, basado en otras evidencias y en el estudio de la cabeza, que existía una "certidumbre moral"[3] de que la cabeza perteneció a Oliver Cromwell.
Cromwell conservó para sí un poder irrestricto y habitó en los numerosos palacios reales.