Pasó su primera juventud en Quito donde se hizo amigo de Gonzalo Zaldumbide, otro escritor ecuatoriano que residió en Europa.
Junto con Urbina y Francisco Villaespesa participó en la fundación de la revista Cervantes (1916-1920), en la que desempeñó un papel fundamental.
Arroyo embarca en Santander en el trasatlántico «Alfonso XIII» con dirección a La Habana.
Escribe sobre Francisco A. de Icaza, Jesús E. Valenzuela, Amado Nervo, Manuel José Othón, Efrén Rebolledo, José Juan Tablada, Rubén M. Campos, Enrique González Martínez y Lázaro P. Feel.
Posteriormente volvió a España para hacerse cargo del Consulado en Cádiz, donde contrajo matrimonio, y en Marsella.