Brujería en Guipúzcoa

No todos los procesos resultaban en condenas, pero las personas acusadas solían enfrentar juicios llenos de tensiones y presiones sociales.

Aunque en algunos casos las personas acusadas de brujería fueron exoneradas o simplemente sometidas a penas menores (como penitencias o exilio), en otros casos se dictaron condenas severas que incluían tortura, excomunión y ejecución.

Serían mayormente personas no casadas y, dentro de dicho grupo, las viudas eran las más numerosas.

En 1610, varias mujeres fueron acusadas de brujería en Zugarramurdi y otras localidades cercanas, lo que desató una brujomanía en la región.

[8]​ Este caso tuvo un impacto significativo en Guipúzcoa, ya que las denuncias de brujería se extendieron a otras localidades cercanas.

Sin embargo, la represión de la brujería en la región no se limitó a este caso aislado.

Según su testimonio, vio cómo un grupo de mujeres se reunían en un aquelarre para rendir culto al diablo y celebrar rituales paganos.

La confesión de Zubiria, aunque dudosa, fue suficiente para que varias mujeres fueran arrestadas, sometidas a interrogatorios y torturadas.

María Gómez, de dieciséis años, asistió varias veces a estos aquelarres: uno celebrado “en una montaña alta y en el arenal .

[9]​ La Inquisición creía en la existencia de otros aquelarres en Rentería, Oyarzun, Andoain, Urnieta, Gaztelu y Asteasu.

Las pruebas solían basarse en testimonios obtenidos bajo tortura, en los cuales las personas acusadas de brujería confesaban actos que, en muchos casos, no habían cometido.

La brujería en Guipúzcoa fue un fenómeno complejo que combinó factores religiosos, sociales y políticos.

[11]​ El antropólogo Julio Caro Baroja fue un referente en el estudio del fenómeno brujeril en el País Vasco.

Aquelarre
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Brujas
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