Los 15 firmantes fueron Alemania, los Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Reino de Italia, Japón, Bélgica, Polonia, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Unión Sudafricana, Estado Libre Irlandés, India (aún bajo mandato británico) y Checoslovaquia.[9] Con la firma del Protocolo Litvinov en Moscú el 9 de febrero de 1929, la Unión Soviética y sus vecinos occidentales, incluido Rumanía, acordaron poner en vigor el Pacto Kellogg-Briand sin esperar a que otros signatarios occidentales lo ratificaran.[1] En la práctica, el Pacto Kellogg-Briand no cumplió sus objetivos primordiales, pero se puede decir que tuvo cierto éxito.No puso fin a la guerra ni detuvo el auge del militarismo, y fue incapaz de mantener la paz internacional en los años siguientes.[14] La percepción popular del Pacto Kellogg-Briand fue mejor resumida por Eric Sevareid quien, en una serie televisada a nivel nacional en Estados Unidos sobre la diplomacia estadounidense entre las dos guerras mundiales, se refirió al pacto como un "pedazo de papel sin valor".[1] En su historia de Europa de 1914 a 1948, el historiador Ian Kershaw se refirió al Pacto como "vacuo" y dijo que era "papel mojado desde el momento en que se firmó".[1] Los juristas Scott J. Shapiro y Oona A. Hathaway han argumentado que el Pacto inauguró "una nueva era de la historia humana" caracterizada por el declive de la guerra interestatal como dinámica estructuradora del sistema internacional.También afirmaron que el pacto atraía a Occidente porque prometía asegurar y proteger las conquistas anteriores, asegurando así su lugar a la cabeza del orden jurídico internacional de forma indefinida.La adquisición forzosa de territorio mediante la conquista se convirtió en ilegítima y los que la llevaban a cabo podían incurrir en responsabilidad penal.Al penalizar la guerra, Kellogg-Briand desempeñó un papel en el desarrollo de una nueva norma de comportamiento en las relaciones internacionales, una norma que sigue desempeñando un papel en nuestro orden internacional actual.