Siguiendo la tradición familiar fue pastor trashumante en su infancia y juventud, hasta el inicio de la guerra civil.
Tras la guerra ingresó en la Guardia Civil, retirándose como oficial de dicho cuerpo.
En 1983 se le concedió la cruz de la orden civil al mérito agrícola por su actividad en el ICONA.
Esta producción de lana fue durante siglos una gran riqueza para las arcas del reino de España, lo que motivó el gran apoyo y la protección que se dio a la ganadería merina trashumante.
El peso medio del vellón es, para las ovejas de 1,38 a 1,60 Kg.
Seguían manteniéndose algunas de las cabañas ganaderas más importantes, como negocios escasamente rentables, mantenidos más bien por tradición y prestigio familiar, o en espera de tiempos mejores que ya nunca llegaron.
Sin embargo, pese a que el negocio había cambiado, la vida, costumbres, cultura y tradiciones se mantenían más o menos inalterables desde siglos atrás.
Las cabañas ganaderas de merinas en España estaban en claro declive en la primera mitad del siglo XX y otros países, como Alemania, Francia, Inglaterra, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica o Argentina, habían pasado a ocupar el puesto en la élite de la producción lanera, que siglos atrás nadie disputaba a España.
A los problemas referidos previamente, hay que añadir el enemigo que las ovejas merinas tenían en su propia casa, por los conflictos de intereses existentes entre la ganadería trashumante, y sus privilegios, y la necesaria expansión de la producción agraria.
[8] Para la gestión y organización del pastoreo trashumante existía una organización jerárquica, casi militar, en la que cada componente tenía cometidos concretos, tanto en los puertos de verano, como en los caminos o en la invernada.
Durante siglos estos pastores se habían especializado en el cuidado de las ovejas finas, habían asumido como aceptable pasar muchos meses al año lejos de su familia y tenían los conocimientos y el valor necesarios para lanzarse a recorrer con los rebaños 600 o 700 km, atravesando a pie media España.
En los pueblos donde había pastores había dinero porque, además de los ingresos por su trabajo en la cabaña, la familia del pastor mantenía en la montaña sus propios animales y cultivaba la tierra, de forma que lo que se ganaba en la cabaña prácticamente se ahorraba en su totalidad.
[11] Los mastines leoneses son de talla crecida, fuerte armazón y pocas carnes.
[8] Al mastín leonés se le puede confiar un rebaño cuando tiene un año de vida.
La vida del mastín leonés es corta y a los siete u ocho años ya son viejos, estando afectados sobre todo por la sordera.
Para facilitar esta labor entraban en función los mansos, carneros castrados, con grandes cencerros, que servían de guía al rebaño.
Dio un silbido potente, sin necesidad de meter los dedos en la boca y los mansos salieron presurosos hacia él, originando un estruendo con los grandes cencerros colgados al cuello.
Al instante, todo el conjunto, cabras, ovejas, burros, caballo y perros se pusieron en movimiento”.
Estas sopas, y el pan, que se les daba en abundancia, eran su casi exclusivo alimento.
Las célebres migas, la chanfaina, la fritada, la caldereta y otros primores de la cocina pastoril se reservaban para grandes días.
Cuando ya olía a sebo derretido, echamos sobre la grasa el pimentón y un poquito de agua.
También tenían algunas gallinas de su propiedad, lo que les permitía hacerse tortillas o huevos cocidos para acompañar al pan.
Pasaban alejados siete u ocho meses al año, y en los tres o cuatro meses que estaban en los puertos de montaña debían hacer turnos entre casa y la majada, alternándose en el cuidado del ganado.
Como bien decía el refrán “Mujer pastoril en marzo, mayo o abril”, refiriéndose a los meses en que las mujeres de los pastores podían dar a luz sin que se activasen las alarmas.
"El sueño tenía que vencerlo a fuerza de caminar dando vueltas alrededor del rebaño.
Mi madre y Timia habían quedado en casa con Gabriel, el más pequeño de los hermanos.
Aurelio, el hermano mayor, aún no había regresado del seminario… Como mi padre se adelantó, cuando llegué a casa ya me esperaban en el corral Gabriel, Timia y mi madre.
Timia daba saltos a mi alrededor, esperando ver unas medias de colores que yo le había tejido durante el invierno.
[2] En realidad, también podemos decir que el declive de las ovejas merinas en España, que inicialmente fue una pérdida notable para los pastores, a medio y largo plazo fue un beneficio para ellos, pues les obligó a buscarse otros medios de vida no tan extremos, como es el caso de Bonifacio Álvarez.