Blancabella y la serpiente

Lamberic, marqués de Montferrato, se encontraba desesperado porque su mujer le diera un hijo.

Las matronas estaban aterrorizadas ante aquella visión, pero el ofidio se arrastró de vuelta al jardín sin atacar a nadie.

Tiempo después, Ferrandino tuvo que partir a la guerra contra el rey de Túnez.

Un anciano se la encontró y decidió llevarla a su casa, aunque su mujer se negaba a darle asilo, pues creía que la joven había sufrido algún castigo por algún tipo de crimen.

Sin embargo, la jovencita hizo lo que le pidió y al peinarle comenzaron a caer joyas de sus cabellos.

Se encontraba en una profunda desesperación y sopesando la idea de lanzarse al agua para quitarse la vida cuando Samaritana apareció para detenerla.

Después de un tiempo, las hermanas, el anciano matrimonio, y sus hijas partieron hacia Nápoles, donde Samaritana, usando su magia, les hizo una un palacio magnífico en frente del castillo.

Entonces, Samaritana le pide a una sirvienta que tome una cítara y cante la historia de Blancabella pero sin incluir nombres para, después, preguntar a los presentes cuál sería el castigo adecuado para un crimen así.

Sin embargo, un día Blancabella vio a un joven príncipe y no pudo evitar reírse, y al hacerlo nació un granado de la semilla que había salido de su boca.

La serpiente engañó a las hermanas para que le devolvieran los ojos y las manos, a cambio de higos y melocotones, antojos de la hermana mayor, que en aquel momento se encontraba embarazada.

Por otra parte, este cuento muestra ciertas similitudes con otro cuento de Straparola, Ancilotto, rey de Provino, sobre todo en su final, con un desenlace que transcurre en un ambiente aparentemente festivo, y con una madrastra que predice su propio castigo.