Las membranas biológicas desempeñan un papel fundamental en la estructura y en la función de todas las células, tanto procariotas como eucariotas.
Esta permeabilidad permite a la célula un intercambio de materia, energía e información con el medio extracelular.
Además, en organismos eucariotas, los diferentes compartimentos celulares como son el núcleo, mitocondrias, cloroplastos, retículo plasmático y aparato de Golgi entre otros están igualmente delimitados por una membrana.
Diez años más tarde James Danielli y Hugh Davson [Danielli y Davson, 1935] propusieron el modelo de “sándwich” donde describían a la membrana como una bicapa lipídica rodeada por sendas monocapas de proteínas globulares.
Este modelo describe la membrana plasmática como un mosaico fluido que contiene diversas proteínas insertadas en una matriz de fosfolípidos.
Tiene un grosor aproximado de 75 Å, por ello no es posible visualizarla al microscopio óptico pero sí con el microscopio electrónico, a través del cual la membrana plasmática se muestra, cuando se utilizan técnicas de tinción positiva, como una estructura formada por dos líneas oscuras laterales y una central más clara.
Las proteínas integrales requieren tratamientos más drásticos, como el uso de detergentes, sales biliares o disolventes orgánicos.
Los lípidos son biomoléculas muy diversas; unos están formados por cadenas alifáticas saturadas o insaturadas, en general lineales, pero algunos tienen anillos, los aromáticos.
Los principales lípidos que forman parte de las membranas biológicas son: los glicerofosfolípidos, los glicoglicerolípidos, los esfingolípidos y los esteroles.
El colesterol está ampliamente distribuido entre los animales y es un componente habitual de la membrana plasmática, donde contribuye a regular su fluidez.
El grupo hidroxilo es la parte polar del colesterol y la que le da carácter anfipático a la molécula.