Biblioteca popular

En España fueron creadas en 1869 con los libros existentes en el depósito del Consejo de Instrucción Pública.[1]​ Aunque su denominación con la definición de 'popular' solo se ha conservado en Asturias e Hispanoamérica, en el siglo XXI, algunos estudios las relacionan con instalaciones o servicios como las bibliotecas públicas (regionales, municipales, etc) y, en cierta medida, los ateneos populares.En Argentina, Uruguay, Chile, Colombia y otros países de habla hispana se designa así a un modelo de asociación civil autónoma, y son conocidas también como biblioteca vecinal o comunitaria.Las Bibliotecas populares españolas nacieron en 1869,[2]​[3]​[4]​[5]​ como recurso y espacio para la "difusión del saber entre la mayoría",[6]​ a partir de un proyecto concebido por Manuel Ruiz Zorrilla, ministro de Fomento durante el Sexenio Democrático, y desarrollado por José Echegaray.[7]​ Su alcance social progresó a lo largo de los primeros años del siglo XX y tuvieron su mejor periodo entre 1926-1936, desapareciendo tras la guerra civil española.En el caso concreto de la capital española, Madrid, se proyectaron al principio veinte bibliotecas populares, pero la buena acogida hizo que pronto aumentara el número.El proyecto de Altamira se materializó además en las bibliotecas circulantes, contando con colaboradores tan heterogéneos como el músico Espinós Moltó, Antonio Paz y Meliá o Melquíades Álvarez (diputado asturiano del Partido Reformista, uno de los grandes impulsores de los ateneos y las bibliotecas populares en Asturias, donde tuvieron singular protagonismo histórico-social).Volviendo al caso concreto de Madrid,[5]​ Amalio Gimeno, ministro de Instrucción Pública, creó en 1911 dos bibliotecas populares, aunque hubo que esperar a 1915 para que se abriesen nuevos centros de lectura (Chamberí, Hospicio, Latina); ejemplo que finalmente se seguiría extendiendo por los centros provinciales.Es posible fijar tres características definitorias del concepto: En cuanto a los beneficios del trabajo voluntario, se destacan: la importante contribución económica a la sociedad (se estima que el trabajo voluntario corresponde entre el 8 y el 14% del PBI); permite la integración social de personas excluidas o marginadas; y puede llevar a la creación de puestos de trabajo.El inspirador del proyecto fue José Pedro Varela, para quien los instrumentos para cultivar al pueblo eran la escuela y la biblioteca.En 1873 se presentó un proyecto de ley para el fomento bibliotecario del interior.En 1874 se amplió el número de asociados, permitiendo contar con más fondos para dar apoyo a las bibliotecas populares.Sus bibliotecas fueron la única posibilidad para el esfuerzo autodidacta de mantener vivos ciertos conocimientos y adquirir otros.Algunas de estas bibliotecas representaron una reacción frente a algunos centros culturales del periodo ateneísta, ya que estos centros se convirtieron en elitistas, alejándose del terreno popular.Estos nuevos centros llevaron adelante actividades docentes reglamentadas, con el objetivo de consolidar los niveles culturales que las precedentes instituciones habían intentado desarrollar.Esto sucedió en las ciudades de Colonia, Durazno, Maldonado, San José y Paysandú.Por lo tanto los Gobiernos Municipales, en algún grado se sintieron en obligación de sostener las Bibliotecas.No todas las bibliotecas, ateneos y centros literarios de aquella época han subsistido.
Biblioteca Popular en el Parque del Buen Retiro, junto a la Puerta del Doce de Octubre. Restaurada en 1994 por la Feria del Libro de Madrid