El Bestiario de Aberdeen es un manuscrito iluminado hecho en Inglaterra durante el siglo xii, escrito en latín e incluye notas, bocetos y otras pruebas de la forma en que fue diseñado y ejecutado.
Sin embargo aún es ambigua la forma en que el bestiario llegó a esa colección, pudo haber pertenecido desde siempre a la familia real, quienes lo pudieron haber adquirido en cualquier etapa durante la Edad Media, o pudo haber sido obtenido de una biblioteca monástica recientemente disuelta, tal como la mayoría de las obras que la conformaban.
El libro permaneció en la biblioteca real por casi cien años, a principios del siglo XVII fue entregado junto con otros libros que escaparon de la biblioteca real a manos de otros colectores.
Posteriormente en la década de 1720 la biblioteca reorganizó los libros en prensas y en un catálogo estante llamado Ms M 72, en este catálogo las secciones se registraron por primera vez, estableciendo una última fecha para las adhesiones y desprendimientos del bestiario.
Después de folio 21 verso dos hojas que faltan, que debería haber contenido del buey (Bos), camello (Camelus), dromedario (dromedarius), burro (asinus), el onagro (onagro) y parte del caballo (Equus).
[6] Hay evidencias de que este bestiario fue utilizado con propósitos didácticos durante muchos años.
Esto sugiere que por mucho tiempo el libro fue utilizado con fines didácticos para instruir a las personas sobre esta figura.
Durante el siglo XII y XIII hubo una gran producción de textos que se utilizaron como herramientas didácticas, pues en una población en la que mayoría de las personas eran analfabetas, las ilustraciones eran un perfecto recurso para enseñar alguna lección.
Esto se puede ver en las primeras hojas del libro, que corresponden al ciclo de la Creación.
Durante el siglo XII circularon numerosas copias y fue reproducido en muchas ocasiones, sobre todo en los bestiarios de la segunda familia.
[9] Puede resultar interesante que en muchos casos las ilustraciones no corresponden con la fisionomía real de los animales.
Esto se debe a que los iluministas ingleses encargados de ilustrar el libro nunca habían visto un elefante, un cocodrilo, una cebra, un fénix, un dragón o un unicornio.
Recuérdese que en esta época las autoridades literarias contaban con la confianza de todos, y se basaban en ellas para realizar sus representaciones.
[11] Asimismo los bestiarios ponen en el mismo nivel tanto a los animales reales como a los imaginarios, ya que estas bestias aparecían explícitamente en las Sagradas Escrituras, y en una época cuya mentalidad se basaba en la verdadera y divina palabra de Dios, resulta obvio que por lo tanto sus creaciones también debían existir.
Eran generalmente de color gris o marrón oscuro, una vez hecho eso en todas las páginas, los cuadernos estaban listos para recibir el texto.
El escriba debía tener una idea del diseño de cada página, así dejaba los espacios correctos para posteriormente añadir las rúbricas, capitales e ilustraciones.
Según Debra Häsing es posible distinguir cuatro tipos de imágenes en el bestiario: retrato, narrativas, alegóricas y apropiadas.
El retrato muestra solo una imagen del animal sobre un fondo liso sin hacer nada.
Las narrativas, ilustran el texto de forma cercana, pueden ser individuales o secuenciales.
Por último las imágenes apropiadas con las que no tienen relación con el texto y representan temas espirituales.