Su carcelero era fray Esteban de Perea, que obedecía aun estando en desacuerdo con Ordóñez.
[2] Este asumió todo el poder civil y religioso en Nuevo México hasta la llegada de Ceballos.
En la caravana iba un carro llevado por once mulas y escoltado por quince soldados.
[4] Inicialmente trató de mantener buenas relaciones con la iglesia local, pero al cabo de un año eran patentes las diferencias con Ordóñez sobre el trato que debían recibir los indios pueblo.
[5][6] Llegó un momento en que el mismo Ceballos fue excomulgado y obligado a hacer pública penitencia.