Nacida en Acámbaro y criada en la Ciudad de México, perteneció a una acaudalada familia celayense.
Por ende, a ella le correspondió ser la primera dama de los Estados Unidos Mexicanos.
Como primera labor, Beatriz se dedicó con ahínco a redecorar al estilo francés la residencia de Los Pinos, con muebles y objetos mandados traer de ese país europeo.
Esto ocurrió cuando vino a México en visita oficial el presidente de Estados Unidos Harry S. Truman, en viaje de amistad y buena voluntad al país que había sido su aliado en la guerra.
Su esposa, Bess Truman, no lo acompañó puesto que la primera dama mexicana se encontraba hospitalizada después del parto y la señora Truman no quiso complicar las rígidas cuestiones del protocolo.
Ella era simpática, amable, graciosa, de finísimo trato y poseedora de una gracia natural que, al igual que sus bellos ojos azules, cautivaron al licenciado Alemán.
La ceremonia religiosa se llevó a cabo en la vieja parroquia de San Cosme; localizada en la calle Serapio Rendón No.
Una vez que procedieron a vivir en Los Pinos, siguió la tradición y acompañó al Presidente de la República en las ceremonias y recepciones oficiales que señalaba el protocolo, entre las cuales la más sonada, año con año, era la del Grito de Independencia.
La señora se ocupó también, como ya era costumbre, de la atención a la niñez desvalida.