Por eso regresó Facundo Quiroga a enfrentarlo, apoyado por el gobernador de Santiago del Estero, Juan Felipe Ibarra.
La batalla comenzó con una ventaja de la caballería unitaria, que desplazó completamente a la federal.
Cuando regresaron los tucumanos, ya la infantería había perdido tres cuartas partes de sus soldados, y se retiraron también.
Y aumentaron cuando, días más tarde, Quiroga hizo fusilar a varios oficiales prisioneros.
Esta situación volvería a repetirse dos veces al menos, en 1840 y en 1861.