Sirvieron con distinción y está acreditado que rechazaron con éxito dos diferentes asaltos al corazón de la ciudad.
Cuenta la historia que, detenida la caballería mexicana ante la compacta y sólida infantería estadounidense y muerto el coronel Nájera, "El Teniente Coronel Mariano Moret, que pudo llegar al frente de 50 lanceros de Guanajuato hasta la terrible línea de hierro y fuego de los estadounidenses, hace atroz carnicería entre la infantería invasora, lanza en ristre, hasta quedar aislado en la refriega, muertos sus bravos soldados y él solo, herido, llega intrépido hasta los mismos cañones enemigos donde, rota su lanza, tira de la espada y acuchilla, heroico y sublime, a los artilleros estadounidenses, desconcertados en aquel punto por tan valiente carga.
En su lugar, el teniente coronel John Garland, jefe del 4.º de Infantería, comandaba la División.
Un soldado escribió: “Era entendido que el general Taylor no mediaba entonces por un serio asalto, sino que deseaba hacer una fuerte diversión sobre el centro y la izquierda de la ciudad, a favor del distante Worth”.
Cabalgando en su caballo “Old Withney” y acompañado por los miembros de su plana mayor, se dirigió hacia el teniente coronel John Garland para darle instrucciones.
La orden era confusa y el objetivo bastante incierto, sobre todo porque no indicaba cuáles eran las intenciones de Taylor.
Momentos después uno de los ingenieros topográficos, el teniente Pope, se presentó solicitando una compañía para escoltar los reconocimientos.
Pero casi de inmediato se vieron envueltos en un fuego cruzado que les hacían desde la Ciudadela y La Tenería.
“Hasta el más tonto soldado de la brigada sintió que habíamos dado un falso y fatal paso”, afirmó otro oficial.
Una batería de artillería ligera logró cruzar la planicie y llegar a galope hasta las angostas calles, pero como el mismo Garland escribió: “Después de varios disparos, viendo que poco daño estaban causando sobre las barricadas, ordené al capitán que retirara su batería a un lugar más seguro”.
El conflicto se generalizó por todas las calles, con regimientos y compañías luchando cada una por su cuenta.
“Lleno de entusiasmo —escribió Mejía en su reporte— corrió el mismo peligro que los soldados, prestando buenos servicios con su carabina”.
Forzado a auxiliar a sus tropas atrapadas en un combate urbano, el general Taylor envió la División de Voluntarios para apoyar el ataque, y más bajas se sumaron al conflicto.
El General Worth, que esa misma mañana había logrado bloquear exitosamente el camino a Saltillo en el extremo poniente con mínimas pérdidas, comentó en una carta privada al enterarse de los detalles: “La 1.ª División y los Voluntarios fueron llevados hacia la acción sin orden, dirección, apoyo o mando; fue, de hecho, un asesinato”.
Aunque Taylor nunca se expresó abiertamente sobre este hecho, después de la batalla entre los numerosos ascensos y promociones que se otorgaron a oficiales por su conducta en el combate, Garland no fue recomendado, lo cual sin duda representó una censura implícita.
Durante la fase de combate urbano se destacó por ayudar al abastecer a los desmoralizados soldados con munición, pólvora y alimento, lo que representaba un trabajo muy riesgoso debido a la cercanía al combate.
Ayudó en labores de alimentación a los guerrilleros, auxilándonos con pan y vino.
Según el cronista Guillermo Prieto, Josefa Zozaya representaba "una personificación de patria misma" para los combatientes.
La línea de los Estados Unidos, cercana a las grietas, inició un retiro un poco desorganizado.
Taylor admitió las atrocidades cometidas por sus hombres, pero no tomó ninguna medida para castigarlos.
[8][9] Después de la ocupación, el ejército estadounidense cometió crímenes de guerra en la ciudad, que en muchos casos no fueron reportados, o que se mantuvieron ocultos por las autoridades locales por temor a represalias.