Batalla de Iconium (1190)

La deserción era frecuente entre los soldados de a pie, así como la muerte por deshidratación.

Los alemanes, por su parte, lanzaron ataques contra las fuerzas turcas que se encontraban.

Más importante que las batallas fue la situación de la logística; los suministros se agotaban, y la moral era muy baja.

La ciudad cayo fácilmente, el duque Federico dirigió el asalto y tomó los muros de la ciudad con poca resistencia, la guarnición escasa no pudo resistir un intenso combate antes de rendirse totalmente.

Aunque la lucha fue intensa, los alemanes lograron aplastar a los turcos con relativa facilidad.

Los selyúcidas fueron derrotados una vez más, dejando la ciudad a merced de los alemanes.

El hijo de Barbarroja, Federico VI de Suabia, continuó con los restos del ejército alemán, junto al ejército húngaro bajo el mando del príncipe Géza, con el objetivo de enterrar al emperador en Jerusalén, pero los esfuerzos para conservar su cuerpo en vinagre fracasaron.