Sitio de Jerusalén (1187)
Saladino le concedió el permiso, a condición de que Balián no tomara las armas en contra suya y no permaneciera en Jerusalén durante más de un día.[3] Las negociaciones se llevaron a cabo entre Saladino y Balián a través de la mediación de Yusuf Batit, uno de los clérigos ortodoxos orientales, que habían sido reprimidos en gran parte bajo dominio cristiano latino y sabía que tendría más libertad si la ciudad volviese a manos musulmanas.Saladino prefería tomar la ciudad sin derramamiento de sangre, pero dentro se negaban a abandonar su ciudad santa, asegurando que la destruirían en una lucha hasta la muerte en vez de verla entregada pacíficamente.Balián decidió nombrar a todos los hombres defensores de la ciudad.Las máquinas de asedio se arrastraron hasta las paredes, pero fueron rechazadas repetidamente.Las paredes fueron machacadas constantemente por máquinas de asedio, catapultas, mangoneles, fuego griego, ballestas y proyectiles.Estas penitencias tenían por objeto alejar la ira de Dios fuera de la ciudad, pero «Nuestro Señor no se dignó a escuchar las oraciones o el ruido que se hizo en la ciudad.Balián argumentó que esta aún era demasiado grande, y Saladino propuso un rescate de 100.000 besantes para todos los habitantes.Finalmente se decidió que Saladino liberaría a los siete mil por 30.000 besantes; se permitió que dos mujeres o diez niños pudieran ocupar el lugar de un hombre por el mismo precio.Se permitió a Balián reunirse con su esposa y familia en Trípoli.Otros refugiados marcharon a Egipto, y se permitió embarcar en buques italianos que partieron para Europa.Para solidificar las reclamaciones musulmanas a Jerusalén, muchos sitios sagrados, incluyendo lo que ahora se conoce como mezquita de Al-Aqsa, se levantó un ritual con agua purificada.La posterior Tercera Cruzada no se puso en marcha hasta 1189, en tres contingentes dirigidos por Ricardo Corazón de León, Felipe Augusto, y Federico Barbarroja.