Jaime II el Justo tuvo que asumir la paz de Anagni bajo el auspicio del papa Bonifacio VIII, por lo que a cambio de poseer las islas de Cerdeña y Córcega, debía ceder Sicilia a la Iglesia que, a su vez, cedería el control a los Anjou en 1295.
Su rechazo a las pretensiones del papa provocó la ofensiva siciliana en Calabria, desde donde puso en asedio diferentes villas, incitó a la revuelta en el reino de Nápoles, negoció con el partido Gibel de Toscana y Lombardía, y asesoró a la casa Colonna contra el papa Bonifacio.
Frederico II se apoderó de sus castillos y al tratar Roger de reconquistarlos, topó con Guillem Galceran de Cartellà y sus almogávares, y quedando muy malherido se retiró.
Felipe sitió Trapani, pero fue vencido y capturado por Federico II en la batalla de Falconara.
La batalla terminó con la muerte de todos los caballeros franceses excepto cinco caballeros de Catania que hacían sólo de guía, y por parte catalana 22 hombres a caballo y 34 infantes.