Banderillas negras

La costumbre era que, en caso de no poder dar muerte a los toros mansos, se diera suelta a una jauría de perros alanos para que sujetaran al animal.

Isidoro Amorós-Manso da cuenta en la revista El Ruedo de cómo tenía lugar este hecho: En aquellos remotos tiempos, cuando los cornudos no entraban a los picadores, por efecto de su mansedumbre, se les echaban los perros, de antemano preparados, que en muchas ocasiones hacían, figurando en último lugar, el paseo con las cuadrillas.

hasta conseguir sujetar al toro, haciendo presa en las orejas y en otras partes del cuerpo.

En este preciso momento llegaba el puntillero, provisto de un estoque, y colocándose detrás del astado le hería traidoramente en las costillas, rematándole finalmente con la puntilla.

[8]​ Tal y como manifiesta el periodista Fernando Fernández Román, emplear las banderillas negras —"condenar a banderillas negras" en el argot taurino— en un toro determinado supone una "infamante condena que certifica el desdoro de la ganadería".

Grabado "Banderillas de fuego" , de la serie La tauromaquia (1814-1816), de Francisco de Goya