[2] Como adjetivo se aplicaba en general a todo el que hacía "recados de condición humilde o penosa".
[3] Los diccionarios dan ejemplos del uso antiguo de este término que en un sentido coloquial denominaba a alguien muy ocupado en trabajos, negocios o faenas con la frase: "estar hecho un azacán".
Madame d'Aulnoy en sus memorias viajeras por España (Memoires de la cour d'Espagne, Relation du voyage d'Espagne, hacia 1690-91) describe a los 'azacanes' como aguadores que "cargan un burro con varios cántaros grandes y los llevan por la villa.
Van vestidos con una bayeta ordinaria con las piernas al aire y sandalias o alpargatas, simples suelas con cuerdas atadas."
[5] Toledo, la ciudad castellana circundada y casi estrangulada por el río Tajo, guarda en su historia uno de los capítulos más nobles y esforzados del oficio de azacán.