Durante la última década del siglo XIX, Barcelona vivió una oleada de atentados terroristas anarquistas.
La represión policial que se desató a continuación fue brutal e indiscriminada y dio lugar al famoso proceso de Montjuic, durante el cual 400 «sospechosos» fueron encarcelados en el castillo de Montjuic, donde fueron brutalmente torturados —«uñas arrancadas, pies aplastados por máquinas prensoras, cascos eléctricos, puros habanos apagados en la piel…»—.
De la capital británica se dirigió a París donde se entrevistó con el delegado de los insurrectos cubanos que luchaban contra España para lograr la independencia, Ramón Emeterio Betances, al que pidió dinero para poder ir a España y asesinar a la reina-regente María Cristina de Habsburgo-Lorena y al presidente del gobierno Antonio Cánovas del Castillo.
También declaró su solidaridad con los que vivían en la miseria, su rechazo a la injusticia social y su amor al anarquismo.
La prensa europea y americana se hizo eco del suceso, especulando sobre si el atentado contra el presidente del gobierno español formaba parte de una vasta conspiración anarquista internacional.
En cambio, en Francia «la policía había sido eficaz y la justicia severa (cuatro terroristas convictos y confesos fueron guillotinados), pero acorde con las leyes… No hubo prolongadas detenciones arbitrarias, ni torturas para obtener confesiones, ni sentencias con dudoso fundamento jurídico».
«El resultado fue que en Francia la era de los atentados anarquistas acabó en 1894 para no resurgir jamás».