Ya en 1757 Lord Loudon había liderado un ataque, que falló debido al despliegue naval francés.
Los barcos transportaban a casi 14 000 soldados divididos en tres grupos comandados por Wolfe, Lawrence y Whitmore.
En un principio las defensas francesas fueron muy efectivas y, tras numerosas bajas, Wolfe ordenó la retirada.
El asedio fue retrasado debido a la dificultad de transportar el equipamiento por terrenos arenosos y además el mar seguía con grandes olas.
La moral se desplomó y los franceses abandonaron cualquier esperanza de escapar del asedio británico.
El 25 de julio, usando una densa niebla para esconderse, el almirante Edward Boscawen envió una patrulla para destruir los barcos franceses del puerto.
Eliminaron los dos últimos navíos de línea franceses, abriendo el camino a la flota inglesa para tomar el puerto.
Sin embargo Amherst se negó, acudiendo a las atrocidades cometidas por los nativos americanos aliados de los indios tras las victorias francesas en los Fuertes Oswego y William Henry.
Se les obligó a entregar todas sus armas, su equipamiento y sus banderas.