En 755 llegó a al-Ándalus el futuro Abd al-Rahman I, único sobreviviente omeya de la masacre perpetrada contra esta dinastía por los abbasíes.
A la muerte del hijo y sucesor de Almanzor se desencadenaron las luchas civiles entre facciones para imponer su propio candidato, lo que determinó la independencia de los diferentes territorios y la abolición del califato en el año 1031.
Las empresas artísticas se centraron desde el primer momento en torno a su capital Córdoba que fue dotada de una mezquita congregacional destinada a convertirse en el monumento más importante del occidente islámico.
Su rasgo más singular resuelve, al mismo tiempo, problemas técnicos y funcionales.
En sentido contrario actuó Abd al-Rahman III, ampliando el patio hacia el norte y levantando un nuevo alminar que todavía permanece, aunque oculto, dentro de la gran torre campanario del siglo XVI.
En los últimos decenios del siglo X, Almanzor amplió todo el costado oriental de la gran mezquita que pasó a contar con diecinueve naves, aunque sin introducir novedades de interés.
En el año 936, el autoproclamado califa Abd al-Rahman III, siguiendo la tradición oriental, según la cual cada monarca construía como símbolo de prestigio su propia residencia palatina, decide fundar en 936 la ciudad aúlica de Medina Azahara (castellanización del árabe Madīnat al-Zahrā).
Estas obras fueron completadas por al-Hakam II, si bien su esplendor fue efímero acabando con la ciudad las primeras revueltas de 1010 que concluyeron con la caída del califato.
Según las fuentes clásicas, durante el período de esplendor del califato existieron hasta 4000 baños públicos o "hammam" en Córdoba.
De todos ellos, solamente cuatro han llegado hasta nuestros días, algunos integrados en construcciones cristianas posteriores a la caída del califato.
Las piezas de este material que conocemos hoy día se conservan gracias al aprecio cristiano que las destinó a relicarios para sus monasterios y catedrales, o para guardar joyas, ungüentos y perfumes.
Siempre son piezas de pequeño formato, generalmente oscilan entre 11'5 y 7'5 cm.
Sus motivos vegetales y figurados, geometrizados, se inscriben en medallones formando bandas tal como aparecen en el velo o almaizar de Hixam II que, a modo de turbante, le cubría la cabeza colgándole hasta los brazos.