Actualmente se encuentra en el patio del Palacio Episcopal de Córdoba.
Según las pruebas del carbono 14, habría estado en utilización entre los años 982 y 1193.
[1] En 1988 fue trasladada al Palacio Episcopal de Córdoba para la futura inauguración del Museo Diocesiano un año después, debido a que dichos terrenos pertenecían al Obispado de Córdoba.
[2][3] Manuel Pimentel en su libro Leyendas de Medina Azahara nos cuenta la leyenda de que siendo pequeño el alarife de Medina Azahara, Maslama ben Abdallah, oyó contar a un ermitaño de la sierra de Córdoba una historia según la cual, al no saber qué hacer los romanos con los elefantes que dejaron los ejércitos cartagineses en su huida, pues no les cabían en sus caballerizas, los subieron a pastar a la sierra.
Cuando Maslama, el alarife, estando ya al cargo de la construcción de Medina Azahara, subió un día a la sierra a la búsqueda de nuevos materiales para la ciudad palatina, se enteró de la muerte del ermitaño en el lugar cercano a la fuente, y mandó construir el elefante a uno de los escultores que trabajaban para él en Medina Azahara y así lo colocó en el lugar donde actualmente se halla, en memoria del ermitaño y de la leyenda que le oyó contar de pequeño.