Lo que un hombre del siglo XV percibía como consonante, puede sonar estridente para uno del siglo XXI, y una combinación de sonidos que sugiere una sensación de reposo a un japonés puede no sugerírsela a un mexicano.
Este intento es el característico de la musicología en sus inicios en el siglo XIX, el cual tuvo un marcado sesgo eurocéntrico.
Sin embargo, no significa que esa fuera la primera discusión teórica acerca de este tema.
Este y otros textos similares tienden a relevar y codificar las relaciones musicales que estaban íntimamente vinculadas con la evolución de la tonalidad desde el Renacimiento hasta fines del periodo romántico.
Se llama «acorde» a la combinación de tres o más notas diferentes que suenan simultáneamente (o que son percibidas como simultáneas, aunque sean sucesivas, como en un arpegio).
Es decir: se centra más en la percepción de las partes que en la del todo.
Tradicionalmente, la armonía funciona como acompañamiento, armazón y base de una o más melodías.
Pero hay algo importante, y es que el sonido principal puede ser en principio cualquiera.
En una escala de modo menor, el I y IV grado son acordes perfectos menores, el II y VII son acordes disminuidos (visto que, en la escala menor armónica, al VII grado se le aumenta medio tono) y el III es aumentado (por lo mismo).
Lo básico para enlazar acordes es hacerlo en estado fundamental, sin preocuparse de la musicalidad.
Una forma de enlace entre acordes es guardando notas comunes, es decir, una nota del primer acorde se repite en el segundo (se puede alargar la del primero, manteniéndola mediante una ligadura).
En movimientos como el paralelo o el contrario pueden surgir problemas armónicos, como que haya dos octavas consecutivas o dos quintas justas consecutivas, formadas por las mismas voces (octavas paralelas o quintas paralelas, consideradas la peor trasgresión a las reglas de la armonía), aunque existe una excepción en el caso de las quintas, siempre y cuando no se produzca sobre voces extremas (bajo y soprano): la segunda quinta deberá ser aumentada o disminuida.
En partes intermedias (voces centrales o una voz central y otra extrema), una de esas dos voces deberá moverse por grados conjuntos, o ese enlace será considerado erróneo.
En la música académica europea (desde el final del siglo XVII hasta comienzos del XX), hasta el oído menos cultivado puede distinguir cuándo está próximo o distante el final de una frase musical.
La armonía tradicional de los estilos renacentista, barroco, clásico y romántico se conoce como armonía tonal, ya que está basada en el sistema tonal, teniendo una fuerte función estructural, siendo determinante en la forma musical de una determinada composición.
A partir del período romántico (siglo XIX), empieza a utilizarse con más fuerza el valor colorista de la armonía, debilitando paulatinamente la función estructural de la armonía tonal, e introduciendo cada vez más modalismos, proceso que culmina con la aparición de compositores impresionistas, nacionalistas y experimentalistas (atonalidad, dodecafonismo, etc.) que utilizarán una armonía más libre y modal.
La música popular urbana más difundida en la actualidad tiene, en su mayoría, una construcción tonal.