Giuseppe Arcimboldo

Un proceso cercano a la anamorfosis en el contexto de las ilusiones ópticas o también la llamada pareidolia.

A esta técnica y tópico pictóricos se les llamaron «cabezas compuestas», intrincaciones de manera antropomórfica, de carácter paródico, simbólico y extraño, que serían particulares del pintor.

Como su padre, Giuseppe Arcimboldo empezó en el oficio familiar de elaborar vitrales, mosaicos y frescos para las iglesias lombardas.

Las cabezas metafóricas que lo identifican, inseparables de su nombre, en que frutas, hierbas, vegetales, raíces, cárnicos, libros, llamas, utensilios o animales se entrecruzan para formar semejanzas faciales, son una concatenación de símbolos y sutilezas a veces inexplicablemente armónicas, otras forzadas pero sugestivas, ya cerca del estilo manierista.

Pintados mediante puntualidad y meticulosidad de miniatura, excepcionalmente detallistas, los semblantes fantasiosos, sobrepuestos como retratos figurados, partiendo del mundo natural, combinándolo, desarrollan paradojas y coincidencias en la evocación de un rostro.

Se puede deducir el origen de las cabezas compuestas en los grutescos antiguos, en boga a mediados del siglo xvi como decoración palaciega.

Concedida, estableció en su ciudad natal el estudio de arte que le mantendría activo hasta los últimos años.

Murió por padecimientos renales en Milán, como caballero del Sacro Imperio Romano Germánico, ennoblecido por su mecenas Rodolfo II, enriquecido y con la atención de la intelectualidad milanesa.

Son de esos años finales el celebrado Vertumno, retrato del emperador, y la muy estimada Flora.

Cuando el ejército sueco ocupó Praga en 1648, durante la guerra de los Treinta Años, las tropas saquearon la ciudad y se llevaron unas cuantas pinturas de Arcimboldo pertenecientes a la colección del emperador Rodolfo II.

Autorretrato , actualmente en la Galería Nacional de Praga