Antonio José Amar y Borbón
Antes de partir, Amar y su esposa se dirigieron al papa Pío VII implorando «... su permanente y apostólica bendición, para prometernos el éxito más conforme al servicio del Todopoderoso y contraer más méritos para que V. S. S. nos distinga, así como en los bienes espirituales, en los ejercicios que hubieren de ser mayor exaltación de la Santa Sede...».Luego recibió a los altos empleados eclesiásticos, y por último, fue servido un almuerzo.Para esa ocasión, el presbítero bogotano Juan Manuel García Tejada compuso una loa titulada El Canto al Fucha.[11] La costumbre era que el virrey hiciese su entrada pública algún tiempo después de estar en ejercicio del Gobierno.El virrey recibió en Santafé a don Francisco Javier Balmis, director de la Expedición, y al doctor José Salvani, su ayudante.Ocupó el púlpito el célebre canónigo Andrés Rosillo y Meruelo, quien en 1809 encabezaría una conspiración en contra del virrey.En esta ocasión el Gobierno de Santafé consagró todas estas ovaciones a don Manuel Godoy, llamado en ese momento el Príncipe de la Paz, pero que años más tarde sería ampliamente odiado.También se propuso construir una calzada que uniera a Santa Fe con Zipaquirá, y así maximizar los beneficios del comercio.[16] También, en ese año, escribió un Informe sobre la Provincia de los Llanos, en el que decía: El Rey le escribió comunicándole su preocupación sobre el aumento del contrabando inglés de productos agrarios a más bajos costos.Para lograr este objetivo, el virrey solicita ese mismo año al Consejo de España que por cuenta de la Real Hacienda se utilicen los buques-correo para conducir a España los productos del virreinato.En junio del mismo año, recibe una nueva orden para pagar 44.000 pesos; en agosto, otro expediente ordenó 200.000 pesos para la solvencia de los créditos que la Corona había pedido a Holanda.El Coro Metropolitano se trasladó, por orden del virrey, a San Carlos, iglesia que había permanecido cerrada desde la expulsión de los jesuitas, en 1767, y que se había reparado bajo la dirección del Canónigo don Fernando Caicedo y Flórez.En la ciudad de Honda, principal puerto fluvial del virreinato, los estragos fueron notables.[11] 1806: Desde octubre de 1800 el Papa Pío VII había renovado los derechos que los monarcas españoles tenían sobre las rentas eclesiásticas.El ingeniero coronel Vicente Talledo y el teniente coronel don José María Moledo, a la cabeza de los Batallones Auxiliar y Artillería, dirigieron, el uno contra el otro, la simulada acción de armas.De inmediato se propusieron extender la influencia revolucionaria a Cuenca, Guayaquil y Popayán, ciudades que eran fieles al gobierno español.Guayaquil pidió auxilio a los virreyes de Nueva Granada y del Perú.Hasta el 28 de octubre la Junta tuvo el control absoluto sobre Quito, pero tuvo que rendirse cuando llegaron las tropas enviadas desde Santafé de Bogotá por el virrey Amar y Borbón, y desde Lima, por el virrey Abascal.El virrey denunció la conjura ante la Audiencia en los siguientes términos: Según el expediente del proceso, los planes de Rosillo habían incluido sobornar incluso a los virreyes, y en entrevista con ellos le había dicho a la virreina: «el señor Fernando VII ya habrá muerto por el acero, por el veneno o por la cuerda, es preciso tomar aquí partido, vuestras excelencias están amados y queridos extremadamente; el pueblo o el reino los adora y proclamará por rey a S. E. pues contaba con cuarenta hombres, armas y artillería que suministraría un amigo».[29] Este hecho incrementó los recelos de los criollos contra el virrey, e incluso contra la virreina, doña Francisca Villanova, de quien decían que odiaba a los americanos llamándolos «golillas» que hostigaban a su marido.Por otra parte, los oidores, a pesar de ser peninsulares, también tenían diferencias con el virrey.[30] La Audiencia dispuso el envío de los presos a Cartagena, donde los encontró el comisario regio don Antonio Villavicencio, quien abogó por su inocencia.Por otra parte, Rosillo fue trasladado al Socorro y posteriormente a Santa Fe, donde fue preso en el convento de los Capuchinos.Los criollos presionaron al virrey para que declarara el Cabildo abierto, y este mandó llamar al recientemente nombrado oidor Juan Jurado para que le diera consejo.[34] El capitán don Antonio Baraya aconsejó al virrey «entrando sobresaltado a palacio a prevenir a su Excelencia del riesgo que corría su persona si se valía de las armas para atajar la revolución, pues era grande el número de gente armada y mucho el grueso de la caballería que tenía aprestado los patriotas».[40] El cronista J. M. Caballero narró así el episodio: El 26 de julio se hizo constatar en acta que se detuviera en Cartagena al virrey sucesor, nombrado desde España, don Francisco Javier Venegas, para evitar exponerlo al odio general que el pueblo manifestaba a cualquier representante del gobierno español.[43] Amar y su esposa son primero llevados al palacio de nuevo para que inmediatamente emprendan el viaje.