En 1408, Rublev, junto con Daniil Cherny y otros maestros, crearon su única obra fechada con precisión y, además, conservada: los frescos de la Catedral de la Asunción en Vladimir (la pintura se ha conservado parcialmente).
Como todas sus obras, La Trinidad se caracteriza por la representación de las imágenes más significativas.
A la derecha vemos el ángel que simboliza al Espíritu Santo.
Los dos ángeles, la colina y el árbol se inclinan hacia la figura de Dios-Padre.
Estos aparecen con la cabeza suavemente inclinada, unidos por la concordancia espiritual, serenos, hasta parecería que tristes, pero en realidad su alegría es interior.
Andréi Rubliov, es mejor conocido por sus obras profundamente espirituales e influyentes en la tradición de la iconografía ortodoxa rusa.
Sus obras están profundamente impregnadas de significado religioso, a menudo inspiradas en la Biblia, textos litúrgicos y temas teológicos.
Su iconografía pretendía servir como un medio para la oración y la meditación, ayudando al espectador a conectarse con lo divino.
Sus figuras son a menudo alargadas y se colocan sobre fondos dorados, lo que simboliza la naturaleza eterna del reino divino.
Este estilo contrasta con las representaciones más rígidas y formales de la época bizantina.
Las figuras de Rubliov a menudo parecen serenas, reflejando una belleza idealizada que trasciende la vida terrenal.
Rubliov enfatizó la unidad y la interacción pacífica entre las tres figuras de la Trinidad, lo que fue un cambio respecto a representaciones anteriores que eran más formales o se centraban en la grandeza de figuras individuales.
Esta profundidad psicológica fue innovadora para su época, ya que muchos iconos anteriores se centraban más en el simbolismo y menos en transmitir interacción o emoción humana.
Sin embargo, Rubliov tomó estas convenciones y las transformó al infundir sus obras con un sentido más personal e íntimo de espiritualidad.
Estas obras a menudo presentaban diseños intrincados, bordes ornamentales y una sensación de armonía espacial que enfatizaba aún más el orden divino.
Desde 1959, el Museo Andrei Rublev del monasterio de Andronikov expone su obra y otras afines.