Alonso Fernández de Avellaneda

Hasta el momento, no hay un acuerdo sobre su identidad, aunque se ha propuesto una serie de posibilidades.

Para sorpresa general (siempre fue considerada una obra menor por los comentaristas cervantinos), se ha demostradodonde que el Quijote de Avellaneda alcanzó éxito entre los lectores, pues mereció ser reimpreso el mismo año de 1614 sumando numerosas erratas a la edición anterior.

[3]​ Sin embargo, con rara unanimidad, todos los cervantistas están conformes en que se trata de un seudónimo, por lo que se han llegado a proponer múltiples conjeturas y teorías sobre la verdadera autoría de la obra.

Pero este último no podría justificar los abundantes aragonesismos que se encuentran en la obra.

Nicolás Marín ha defendido que el autor del prólogo, pero no de la obra, fue Lope.

Figueroa se desplazó a Barcelona en un intento desesperado de embarcarse con el séquito del virrey, pero no consiguió audiencia.

En la edición de Cátedra del año 2010, el catedrático Alfredo Rodríguez López-Vázquez ha propuesto a José de Villaviciosa como el autor que se esconde detrás del seudónimo Avellaneda.

Aún más, aparece el nombre "genuino" de Don Quijote: Alonso Quijano.

En la Primera Parte jamás se especifica el nombre del caballero manchego.

El texto también sugiere que Cervantes haya hecho morir a Alonso Quijano, quien en la "fuesa" (fosa) "real y verdaderamente yace tendido de largo a largo", para que no pueda "hacer nueva salida", según reza el último párrafo de la obra.

Simplemente porque el libro aparece por primera vez en el capítulo II, 59, no se puede concluir que Cervantes llegó a tener conocimiento del libro mientras redactaba dicho capítulo.