Cristóbal Suárez de Figueroa

Una vez en Valladolid, apuñaló en una pendencia a un caballero y tuvo que viajar por varios lugares del sur de España para refugiarse de la justicia, hasta que el herido sanó y pudo arreglarse el asunto.

Estuvo después en Córdoba, Sevilla o en Puerto de Santa María y retornó a su ciudad natal por poco tiempo.

[3]​[4]​ Pero hoy no se acepta generalizadamente esa hipótesis como aclaración posible, dado que el léxico de Figueroa es potente y claro, lo contrario que el de Avellaneda, y se manejan otras especulaciones al respecto, asimismo dudosas.

Fue auditor en Lecce (1629 a 1632), sufrió una persecución inquisitorial y murió en fecha no precisada en tierras italianas.

Pero el trabajo más señalado fue su colaboración en un éxito editorial europeo del siglo XVII, que había sido publicado en italiano y luego en latín.

Efectivamente, con su Plaza universal de todas ciencias y artes hizo la versión, en 1615, del famoso libro enciclopédico sobre diversas materias, ciencias y profesiones u oficios que publicó 30 años antes Tomaso Garzoni —con el título La piazza universale di tutte le professioni del mondo— y que hizo que se convirtiera en uno de los autores italianos del siglo XVI más traducidos en el extranjero.

El oscurecimiento de este libro en los siglos XIX y XX, no ha impedido que hoy se le conozca bien, pues los estudios sobre la evolución del enciclopedismo se han revelado indispensables para analizar a fondo el entorno cultural de muchas obras maestras.

Resulta curiosa la novela pastoril La constante Amarilis (Valencia, 1609), que apareció en edición bilingüe en Lyon cinco años después y fue reimpreso en Madrid por Antonio de Sancha, en 1781.

Las otras dos misceláneas son menos conocidas: Varias noticias importantes a la humana comunicación (1621)[8]​ y Pusilipo.