La duración de la estancia estaba condicionada por varios motivos, pero, en especial, por el tiempo que hiciera, como temporales y nevadas.
Durante su ausencia, eran los anciano, mujeres y niños quienes seguían manteniendo la actividad rural de los pueblos.
Solían ir al monte en cuadrillas y su estancia podía ser de una, dos o más semanas.
Los utensilios que solían llevar al monte eran varios, pero procuraban transportar lo imprescindible, para no juntar mucho peso.
El equipaje iba envuelto en los sacos de bajar las albarcas en la manta para dormir, haciendo un maco que amarraban con una trajilla a una horca de madera con una asidero, para cargarlo sobre el hombro.
Había ocasiones y lugares en que podían aprovechar cabañas hechas con anterioridad por ellos mismos o por otros albarqueros.
Cuando subían sin tener contratada la madera, se amoldaban a construir una choza, procurando que estuviera lo más escondida posible.
El modelo de cabaña tradicional, hecha toda ella con madera, consiste en dos postes levantados en la parte delantera, formando horca en el extremo superior, para sostener una viga transversal que hace de cumbre.
La cubierta está hecha con largos maderos, hendidos al medio y acanalados con el hacha.
Este mismo espacio se destinaba por la noche para dormir, acostándose sobre las orcinas pequeñas, que les servían de mullida.
Este servía también para serrar los troncos en partes proporcionadas a la largura de la albarca.
Cuando tenían la madera cortada y preparada, junto a la cabaña, comenzaba la tarea de realizar las albarcas.
Después, se pasa a azolar, que consiste en modelar con más detalle la albarca con la azuela.
[3] Normalmente, un albarquero preparaba al día de cuatro a cinco pares de albarcas, y había quien llegaba a nueve o diez, teniendo la madera cortada en la cabaña y realizando las distintas labores descritas.
Cuando los albarqueros regresaban del monte, se dedicaban en casa a terminar la confección de las albarcas, ayudados por algunos familiares, en ciertas labores, como resoriar, dar lija, tostar o pintar y entarugar.
Los albarqueros las llevaban metidas en sacos, a cuestas sobre el hombro o cargadas en burros, teniendo que recorrer muchas veces, largas distancias para encontrar comprador.
Hoy, esta artesanía tan tradicional ha quedado en pocos albarqueros, que solamente hacen albarcas de encargo, destinadas una vez para usarlas y otras como recuerdo típico de la región cántabra, lo mismo en tamaño natural que en pequeño formato.