Estas propiedades se comparan con los adverbios que caracterizan a los verbos de percepción (como «ver»).
Esta teoría fue defendida en particular por Curt John Ducasse (1942),[1] Wilfrid Sellars (1956),[2] Roderick Chisholm(1957),[3] Thomas Nagel (1965)[4] y Michael Tye (2000).
Sin embargo, se trata de una trampa lingüística: el dolor, como otras sensaciones subjetivas, no son objetos mentales ubicados en ningún lugar de nuestro cuerpo, sino acontecimientos psicológicos que caracterizan nuestra «experiencia».
Si tales objetos no existen, el problema de su ubicación física o mental queda obsoleto.
[7] Según esta teoría, una experiencia es verídica si es causada apropiadamente por un elemento u objeto de la realidad física que no se percibe directamente.