En la versión original en el Acta Apostolica Sedis, cada apartado va precedido del ordinal romano.
Pasa enseguida a tratar sobre el fundamento del sacerdocio y su ministerio al servicio de la Iglesia.
Para ello es constituido con un poder especial que queda de manifiesto en la celebración del sacrificio eucarístico.
Concluye este apartado mostrando la necesidad que tiene el sacerdote de santidad y ciencia, de llevar una vida La alta dignidad del sacerdote le exige una santidad proporcionada, deben pues aspirar a la perfección pues, como dice Santo Tomás, «Los mediadores entre Dios y el pueblo —dice Santo Tomás— deben tener limpia conciencia ante Dios y limpia fama ante los hombres».
El papa recuerda la necesidad de rezar y trabajar por las vocaciones sacerdotales, con las palabras del Señor y manifiesta su alegría al ver las vocaciones al sacerdocio que proceden de la Acción Católica, pero señala que el primer ámbito en el que florecen las vocaciones es las familias cristianas.
Por eso la lluvia debe observar y juzgar a los candidatos, este conocimiento debe provenir de su propia observación y de personas que conocen bien a los candidatos, especialmente sus párrocos, y de otros sacerdotes y laicos seleccionados En la conclusión el papa exhorta a los sacerdotes a responder a la llamada a la santidad tal como ha expuesto en la encíclica, la práctica de los ejercicios espirituales y los retiros mensuales siguiendo la recomendación de Pío X en su Exhortación al clero católico,[6] y lo que el mismo Pío XI había aconsejado en su encíclica Mens nostra.